sábado, 28 de febrero de 2009

Homeopatía y Fuerza Vital: Cómo funciona la Homeopatía


No sé si es conocido de todos que existe un premio de un millón de dólares (ofrecido por uno de los muchos escépticos) para aquel que sea capaz de demostrar que la Homeopatía funciona y que sea capaz de demostrar que se pueden diferenciar dos remedios diferentes, más allá claro de las distinciones que establezcan los nombres que aparecen en los tubitos o en los frascos. Todo ello, evidentemente, de un modo CIENTÍFICO.

Como se puede ver a lo largo de las páginas de este blog, el asunto económico -en este caso, la cuantía del premio- no me importa en absoluto, es más, si me obsesiono con la desorbitada cantidad, puedo hasta ponerme nervioso. La verdad sea dicha, me conformo con intentar explicar cómo funciona la Homeopatía para que las personas que no la conocen puedan hacerse una idea aproximada y cómo diferenciar entre dos remedios simplemente por sus efectos. Que lo consiga, eso ya es otra cosa.

Samuel Hahnemann, padre y maestro de la Homeopatía, siempre hablaba de FUERZA VITAL, de la VIDA, de la FUERZA de la VIDA y, cuando lo hacía, no se refería más que a lo que muchos antes de él habían denominado VIS MEDICATRIX, es decir la fuerza sanadora que habita en todos los seres vivos por el simple hecho de estar vivos. Resulta difícil para los escépticos, científicos del ver y tocar, médicos y terapeutas acostumbrados a las mínimas palabras y a la receta rápida, creer en la existencia de esa Fuerza Vital. Por eso, los homeópatas -al menos en medida mucho mayor que otros colectivos terapéuticos y científicos- creemos en la VIDA, en la FUERZA VITAL que alienta en las criaturas, que las mantiene en perfecto estado de funcionamiento para cumplir el fin con el que fueron creadas. Somos más tendentes a creer que hay algo en los seres vivos que nos une en hermandad y en afinidad, porque la FUERZA VITAL, la energía de la VIDA que nos mueve es la misma, es de la misma calidad y potencia, que la de cualquier otra criatura. Por eso, tendemos a CONFIAR y nuestra CONFIANZA se acrecienta cada vez que la Homeopatía nos sorprende con sus efectos, con sus curaciones y con su potencia.

Me gustaría, aun pecando de prolijo y pesado, reproducir las palabras de Samuel Hahnemann sobre la FUERZA VITAL.

"En el estado de salud del hombre, la energía vital inmaterial (soberana), la "dinamis", que anima el cuerpo material (organismo), reina de un modo absoluto, y mantiene todas las partes del organismo en una admirable y armoniosa actividad vital, tanto en sus sensaciones como en sus funciones, de tal manera que el espíritu dotado de razón que habita ese organismo pueda disponer libremente de ese instrumento vivo y sano para alcanzar los más altos fines de la existencia" (Parágrafo 9)

"Sin la fuerza vital, el organismo material es incapaz de sentir, de funcionar y de atender a su propia conservación (sin energía vital, el cuerpo está muerto, y desde ese momento, sujeto exclusivamente al poder del mundo físico exterior; se descompone y se resuelve en sus constituyentes químicos); obtiene todas sus sensaciones y cumple todas sus funciones vitales solamente por medio del ser inmaterial (el principio vital) que anima el organismo material en el estado de salud y de enfermedad" (Parágrafo 10)

Creo que queda bastante claro simplemente leyendo las palabras de Hahnemann, pero quizás quedaría más claro si lo explicáramos con un símil. Como soy taoísta, ya se me perdonará que utilice la imagen del AGUA para este fin, pero es la que me resulta más fácil y gratificante.

Imaginemos el cuerpo como un campo de cultivo -de regadío en este caso- y pensemos en el agua como la FUERZA VITAL, sin la cual no hay crecimiento de las plantas y el campo queda convertido en erial, en terreno baldío.

En un cuerpo sano, el agua se distribuye a lo largo y ancho del campo por pequeños surcos o canales y alimenta cada pequeño centrímetro de tierra. Es misión del agricultor, cuidar la tierra, controlar la entrada del agua, limpiar los surcos, las acequias, sembrar, cuidar y arreglar lo que allí hay. Mientras hay salud -siguiendo con el simil- el agua discurre plácida y adecuadamente por cada uno de los surcos y revitaliza todo cuanto toca. Cuando hay enfermedad, puede ser por exceso o defecto de la cantidad de agua o puede ser por defecto de limpieza de los surcos o por falta de cuidado en la labor. Esto hará que haya surcos por donde no entre el agua y que haya otros por donde se derive el agua y no deje que se extienda a los surcos vecinos. Si el agricultor no hace nada por corregir estos problemas, el agua inundará todo el campo, pero se llevará por delante surcos y plantas y el trabajo realizado será infructuoso. Así pasaría si el enfermo no hace nada por curar.

Si el agricultor ajusta el nivel de agua que entra por la acequia, limpia los surcos y rehace los caídos, refuerza las plantas y cuida de cuanto allí hay, entonces la enfermedad se hace más improbable o, de haberse producido ya, todo vuelve a su estado de equilibrio y salud.

El símil es fácil de entender y nos ayuda a diferenciar entre salud, enfermedad y el papel de la fuerza vital y del agricultor, que somos nosotros mismos en estado de consciencia.

Imaginemos -en otro esfuerzo de comprensión- que el campo es como los actuales, que no hay surcos por donde discurre el agua, sino que todo está canalizado o con tuberías por donde discurre el agua y, desde un control central se dirige la entrada de agua, la distribución de las mismas a diferentes partes y se acomodan cantidades, fuerzas y tiempos. En fin, un regadío bastante modernizado.

Mientras todo funciona adecuadamente -estado de salud- no hay problema alguno. A veces alguna plantita parece menos alimentada o presenta alguna mancha, pues eso nos indica que algo del riego no funciona todo lo bien que debiera, pero la planta crece y si no queremos hacer obras en el campo y reparar la avería, podemos dejarlo sin que peligre la cosecha.
Cuando hay problemas de que alguna tubería o canalización se emboza o tapona, entonces hay que repararlo adecuada y rápidamente para que la cosecha no corra peligro.
Si todo está automatizado, podemos saber qué partes de la canalización está malfuncionando y cuáles lo están haciendo bien.

Si damos una orden al control central, éste podrá reparar -drenando, purgando, limpiando o activando- los desequilibrios u obstáculos que pueda haber en las tuberías. Pero para ello, deberemos tocar el interruptor adecuado o pulsar el botón necesario para que esta acción se produzca.

Algo así hacen las medicinas homeopáticas. Cada medicina trabaja en todo el campo, pero trabaja mejor en caso de síntomas específicos -o bloques en la canalización-, por eso, según la zona del campo, según la hora, según el defecto que presente se usa uno u otro remedio. El remedio actuará sobre el punto defectuosos y además compensará los desequilibrios de las zonas limítrofes, junto con una acción reequilibrante del control central, de tal modo que la incidencia del problema quede solucionada y el control central no siga mandando señales inadecuadas.

No serviría un remedio homeopático para unos síntomas,un tiempo o una zona diferentes. Por eso, cada remedio tiene sus características específicas y actúa en unas circunstancias determinadas. Muchas veces un solo interruptor o remedio no sirve para devolver el buen funcionamiento a la canalización, sino que es necesario utilizar uno y, cuando hay resultados, entonces dar otro con el fin de ir regulando y activando la instalación.

Resumiendo, el estado de la FUERZA VITAL y su actividad se nos muestra en síntomas y, según esos síntomas, sabremos del estado real y de las posibilidades que tenemos de recuperar el equilibrio. Dependiendo de los síntomas elegiremos un remedio u otro, que actúe en el momento adecuado, con la fuerza adecuada, en el lugar adecuado y que sea capaz de regular ese desequilibrio.

De nada nos sirven indicaciones como "se sale el agua", "parece que no llega el agua", "las plantas no tienen fuerza", "esto se atasca". Esas frases serían más o menos las indicaciones que nos dan a los homeópatas diagnósticos como "sindrome de Fibromialgia", "reflujo esofágico" o "migraña". Son generalizaciones que no tienen relación con nuestros medicamentos y con datos así, es imposible que podamos ayudar a recuperar la salud al enfermo.

Finalmente, muchos pacientes se preguntan cómo es posible que los remedios homeopáticos, tan diluidos que apenas quedan moléculas de la sustancia original, puedan producir efectos apreciables y, lo que es más, si acaso no son placebos azucarados.

Hay una teoría -creo que de parte de la Homotoxicología, rama complejista de la Homeopatía- que sostiene que el sistema inmunitario y especialmente los linfocitos T -llamados también "asesinos naturales"- reciben información sintomática de los remedios homeopáticos y con esa información saben qué hacer con los patógenos, desde identificarlos hasta aniquilarlos o secuestrarlos. La información que recibe el sistema inmunitario es de tipo vibracional o energético y depende del remedio homeopático seleccionado, por eso algunos remedios no funcionarán adecuadamente, dado que la información que contienen no se ajusta a la realidad del caso del paciente. Otros actuarán y producirán una acción exagerada, con lo que la información tampoco será la adecuada y el paciente no recuperará el equilibrio. O, en el último caso, la información será veraz y adecuada y el organismo emprenderá un proceso de recuperación del equilibrio que hará que todo su sistema y sus subsistemas vuelvan a funcionar adecuada y correctamente.

Por mi parte, suelo explicar que a veces la relación entre el organismo y la enfermedad es como una guerra, donde hay espías, tropas escondidas en terreno enemigo, trampas, etc... El medicamento homeopático es elegido por los datos que se tienen, bien porque han sido suministrados por espías, bien porque los vigilantes han dado señales de ellos. Y actuarían como una campana en la noche que llama a arrebato. Tras reunir a lo más granado de las tropas y dotarlas de los mejores armamentos, el medicamento homeopático difunde la información sobre la situación de las tropas enemigas, la cantidad, el armamento y la estrategia a seguir, haciendo que el ejército propio sepa atacar con el menor número de bajas y con la mayor efectividad posible.

Aunque parece que estoy haciendo ciencia ficción o contando cuentos chinos, diré que curiosamente las células cancerígenas son unas de las muchas que no son detectadas por el sistema inmunitario, que las considera como propias y no las ataca, permitiendo su crecimiento y dejando que campen a sus anchas, consumiendo finalmente la vitalidad y el equilibrio del organismo donde se alojan. Muchos medicamentos homeopáticos tienen efectos probados y repetidos en multitud de casos de cánceres, ya que consiguen que el sistema inmunitario detecte a dichas células, las aísle y la termine aniquilando, aumentando en todo momento la fuerza vital y no deprimiéndola como hace la quimioterapia, la radioterapia o técnicas similares.

Bueno, pues no sé si ha quedado todo claro -como era mi deseo- pero es más de lo que he encontrado como explicación en ningún sitio. Seguro es que con explicaciones como éstas no ganaré el premio del millón de dólares, pero me quedaré bastante satisfecho si alguien entiende cómo puede curarle la homeopatía.

2 comentarios:

  1. Interesante información. ¿podria por favor dar la fuente de informacion donde se indica que la homeopatia en muchos casos ha ayudado a la curación del cáncer? Muchas Gracias

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    1. Hola!

      Como el blog tiene muchas entradas y muchas consultas, puede haber tenido dificultad para encontrar la documentación que busca. En el apartado ‘cáncer’ encontrará, entrada a entrada, las fuentes que nos solicita. Este es el link: http://cihotm.blogspot.com.es/search/label/Cáncer

      Saludos cordiales,

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