Homeopatía y Antibióticos

No quiero –al menos como intención primera- alargarme mucho con este tema, ya que sólo me viene a la cabeza y a las manos debido a mi última experiencia con antibióticos, después de casi quince años sin tomarlos.

El caso es que este invierno cogí un catarro que se complicó con unas toses improductivas pero que sonaban a “cascajo”. Se pasaron a la semana y no las volví a oír hasta finales de abril, en que debido a la gran cantidad de polen en el aire, comencé con una exacerbación de los síntomas alérgicos que hasta la fecha venía controlando con homeopatía y fitoterapia.

El caso es que, tras cuatro días de estado febril y de agotamiento nocturno debido a la obstrucción nasal, pero sobre todo debido a un cansancio infinito al respirar mientras dormía, llamé al médico de guardia para que valorara lo que yo no era capaz de valorar en ese momento. Llegó el médico, argentino y amable, y me dijo que no era nada, que todo se debía a una amigdalitis no infecciosa y que tomara durante tres días una cápsula de antibiótico que me limpiarían la inflamación y también la tos del pecho y la fatiga. No hizo caso de lo que le decía de que había sido primero la tos y después la amigdalitis. Me dejé convencer fácilmente y tomé los antibióticos. A día de hoy, considero que no sólo no me he curado de lo que adolecía, sino que además hay un remanente en mis pulmones que sigo sin poder valorar en justicia.

Con todo esto, lo que quiero demostrar es que hasta los homeópatas –naturópatas-osteópatas-vegetarianos-naturistas a veces somos tontos y nos dejamos convencer para hacer lo que no se debe.

Bien, el motivo de esta aportación es la de explicar el papel de los antibióticos dentro de la Medicina y su influencia en nuestra medicina natural.

No sé bien quién –puede que el Doctor Eduardo Alfonso- explicaba que en la creación hay dos movimientos: uno centrífugo y otro centrípeto. Es decir, uno que parte desde fuera hacia adentro (centrípeto) y otro desde dentro hacia afuera (centrífugo). Son dos movimientos naturales que afectan a todas las criaturas. Aplicados estos movimientos a la comprensión de la salud y de la enfermedad, se puede explicar fácilmente diciendo que la ENFERMEDAD es un movimiento que va desde fuera hacia adentro, hace que el organismo vaya bajando sus defensas desde las más superficiales hasta las más profundas, haciendo que el estado enfermizo penetre desde la superficie hasta el interior de nuestro cuerpo. Esto no tiene nada que ver con los patógenos o cualquier otro tipo de organismos a los que se culpa de la enfermedad de nuestros cuerpos. La medicina antroposófica distingue entre asma y tuberculosis por medio de este movimiento centrípeto.

Por otra parte, el movimiento centrífugo significa que el organismo con sus sistemas de defensa e inmunitario hacen que la enfermedad se externalice, drenando los tóxicos hacia la piel, el aire o las vías de evacuación, permitiendo así que se recuperen las barreras de defensa fisiológicas a medida que se recupera la SALUD.

Esto es evidente, por ejemplo, en problemas de tipo dermatológico o simplemente de intoxicación. En el caso de problemas dermatológicos, casi siempre tienen relación con problemas de hígado, y es éste el que intenta excretar, expulsar por medio de las vías de evacuación y especialmente por vía dermatológica las toxinas que él no puede destruir ni drenar por otros cauces. Así las urticarias o reacciones alérgicas, casi siempre tiene que ver con esto. Cuando comemos algo en mal estado, también el organismo intenta deshacerse de dichas sustancias tóxicas, por medio de las heces (diarreas), los vómitos o las alergias cutáneas. El fin es el mismo, utilizar el movimiento centrífugo para expulsar las toxinas y recuperar el equilibrio orgánico.

Fue Constantino Hering –insigne homeópata- quien expuso una ley que lleva su nombre diciendo que cuando, tras el tratamiento homeopático, la enfermedad o los síntomas se dirigen hacia el exterior es una buena señal y la curación está cercana; mientras que cuando los síntomas se internalizan, entonces el proceso tenderá a agravarse, estando más lejos de la curación.

¿Qué tiene que ver esto con el antibiótico? Muy sencillo. El cuerpo, el organismo por natura tiende a excretar, expulsar y drenar las toxinas o las sustancias que provocan la enfermedad o la mantienen. Cuando usamos el antibiótico, lo que hacemos es, por una parte, acabar con todo tipo de flora y de organismos que pueblan nuestro interior, sin diferenciar entre los organismos patógenos y los benéficos. Todos mueren al mismo tiempo e, incluso, los buenos mueren antes que los malos. Por otra parte, lo que hacen es impedir que el organismo drene esas toxinas, porque son como una bomba que detiene el momento, mata y también impide que los mecanismos naturales de drenaje actúen, creando una base de organismos muertos que quedan remanentes dentro del cuerpo y que muchas veces son los causantes de recidivas y reapariciones de las enfermedades que antes se trataron o de otras aún peores.

¿Qué hacer cuando nos vemos obligados a tomar antibióticos por prescripción facultativa? Mi consejo es muy sencillo –es exactamente el que yo vengo haciendo desde que tuve que tomar el antibiótico dichoso al que me referí arriba- hay que ayudar a drenar y a repoblar la flora del organismo.

Para el drenaje, siempre escojo la misma medicación: LINUX, MARBISAN y BERBARÍN (todos de laboratorios Heliosar Spagyrica). Cinco gotas de cada uno, quince minutos antes de cada comida en un poco de agua. Por lo menos entre siete y diez días hay que mantener esta medicación. Si no tenemos acceso a estas medicinas, entonces podemos tomar NUX VOMICA, CARDUUS MARIANUS Y BERBERIS VULGARIS, todos en 6D y en gotas o gránulos. Tres gránulos o tres gotas quince minutos antes de las comidas serán suficientes para limpiar nuestro organismo adecuadamente.

Además de esto, es conveniente tomar algún probiótico para que se repueblen las floras de nuestro organismo, especialmente las digestivas. Para ello, aconsejo tomar FIBRASÁN (de laboratorios CFN) o REGENELACTÍS (de lab. Intersa) o SYMBIOTICS (de lab. Diafarm) o simplemente LACTOFILUS (genérico en farmacias). Se deberá tomar a partir de que terminemos con la medicación antibiótica, ya que si lo tomamos durante la medicación el efecto será nulo debido a la fuerza nociva del antibiótico. Conviene tomarlo en ayunas en las cantidades recomendadas (una cucharada en un vaso de agua, o un sobre o una cucharadita) también mientras tomamos las medicinas homeopáticas anteriores.

Ya veréis cómo los primeros días todo parece detenido y hasta parece que no lo solucionará nada, ni la medicina homeopática inclusive. Sin embargo, a partir del tercer o cuarto día, el organismo empezará a expulsar por las vías de excreción todos los tóxicos retenidos en el organismo y al cabo de diez o quince días notaremos cómo nuestro cuerpo recupera su actividad adecuadamente y con el vigor normal.

Si acaso quedaran otros síntomas remanentes (picor, irritación, ardor, etc…) entonces sería el momento de visitar a un homeópata o  naturópata para que revise el caso, lo que será bastante fácil dado que la limpieza inicial ya se ha venido haciendo desde días atrás.

Un consejo de amigo: las infecciones recidivantes (de orina, de oído, de senos, etc…) no son productos de la infección sino de el tratamiento inadecuado con antibióticos que exige cada vez más antibióticos y cada vez más potencia para mantener a raya lo que el organismo solo podría hacer con la simple ayuda de la homeopatía o de la isoterapia. Siempre que haya cualquier tipo de infección, lo más importante es el drenaje. Además los remedios homeopáticos no son antibióticos y sin embargo, son capaces de hacer desaparecer las infecciones y de mantener a raya a cualquier organismo patógeno.